El juego como herramienta participativa al servicio de la evaluación

Una reflexión desde la sistematización de la experiencia de producción de cuyes (Perú).

por Ana Tumi Guzmán

En el presente artículo les comparto algunas reflexiones de una experiencia de sistematización donde participaron actores con diferentes niveles de formación, y destaco el uso de herramientas lúdicas para promover el análisis y la reflexión.

Las provincias de Jaén y San Ignacio, en el departamento Cajamarca, son reconocidas en el Perú por su producción de café de muy alta calidad, el cual se exporta a mercados en diferentes partes del mundo. Sus pobladores se dedican principalmente a su cultivo, el cual requiere de cuidados sobretodo en la época de cosecha entre los meses de abril a setiembre, cuando se  concentra la mayor exigencia de mano de obra y reciben los ingresos por la venta escalonada de su cosecha.

En este contexto, una entidad de desarrollo con presencia en la zona, asumió un proyecto de diversificación de negocios que permitiera a los productores un ingreso sostenido adicional, a fin de reducir su dependencia de la producción cafetalera. A través de un proceso participativo de consulta con los pobladores, se definió implementar, entre otros negocios, la producción tecnificada de cuyes para venta al mercado local, el cual presenta una alta demanda insatisfecha. Los cuyes, también conocidos como  cuy, cobayo, güimo o conejillo de Indias, es una especie doméstica de roedor, resultado del cruce milenario de varias especies, realizado en la región andina de América del Sur.

Al término de dos años de proyecto, la entidad de desarrollo propuso llevar a cabo una sistematización de la experiencia de producción de cuyes, para recoger los principales aprendizajes desde la práctica misma de los productores cafetaleros, ahora también, productores de cuyes, quienes han dado el paso de una crianza familiar a una crianza familiar comercial.

La sistematización fue planteada como un proceso dirigido por un facilitador externo, quien mediante diferentes herramientas realizó la recolección ordenada de la experiencia, sus logros y dificultades, profundizando en el análisis de los procesos que están detrás de los resultados.  Este desafío requería utilizar herramientas acordes a los diferentes actores involucrados: miembros del equipo técnico, autoridades, productores, etc., propiciando la crítica y sobretodo autocrítica del proceso vivido. Además, la institución tenía un especial interés en analizar el impacto del negocio en la economía de las familias y la sostenibilidad de la intervención.

Luego de las reuniones iniciales con la encargada del proyecto, previas a la salida a campo, nos quedó claro que el negocio como tal no había cumplido con los objetivos planteados en cuanto al número de productores beneficiados. A esto se sumó que, debido a la situación de pandemia que afectó de manera significativa la zona y paralizó las actividades de la institución, los productores recién habían puesto en marcha sus galpones el mes anterior a la finalización del proyecto, lo que no permitía analizar información ligada a la comercialización.

Se propuso entonces que el análisis del impacto no se circunscribiera a analizar el éxito comercial del negocio, sino también a los cambios en la dinámica social del grupo, sobre todo en lo atinente a los cambios cualitativos, los que no siempre son tomados en cuenta pero que pueden ser claves para la tan ansiada sostenibilidad. Así fue que con estas familias se utilizó una adaptación de una herramienta compartida por pares de Techo Ecuador en el Primer Encuentro Latinoamericano de Experiencias de Evaluación Participativa, realizado en Quito en noviembre de 2019.

Los participantes, frente a un tablero con el circuito de una carrera, debían elegir una figura que los represente al comienzo de la experiencia (situación inicial) y otra para el final del proyecto (la situación actual), así como colocar esta última en el trayecto de la carrera en el cual consideraban encontrarse en relación a la meta.

Estas figuras eran diversas, entre animales, medios de transporte y otros. Se hizo una variante de este herramienta, pidiéndoles que coloquen fichas oscuras, que simbolizaban los problemas o piedras en el camino y fichas brillantes para los logros o “pepitas de oro” que pudieron hallar, a pesar de los obstáculos.

Si bien en esta “carrera” podía verse que faltaba todavía mucho camino por recorrer “[…] porque aún no estamos vendiendo, llegaremos a la meta cuando ganemos dinero con nuestros cuyes”, se pudieron recoger testimonios muy ricos sobre las razones de este atraso en la “carrera”. Principalmente se rescató la riqueza del proceso vivido, que daba luces sobre el futuro de la crianza al término del proyecto: lazos de amistad y cooperación en el grupo, la solvencia del apoyo técnico, la satisfacción de mantenerse a pesar de las caídas y de pertenecer a un grupo pionero en la tecnificación de la crianza de cuyes en su distrito, y el ser referentes para otros criadores, aun pasando las fronteras de su distrito.

Todo esto se dio entre risas, bromas y mucho intercambio de ideas, propiciado por una herramienta lúdica que permite romper el hielo y que, a través de una emulación de la realidad, reconstruye el proceso vivido, hace un análisis crítico del mismo, y logra obtener aprendizajes fruto del intercambio de opiniones y la discusión. Cabe recalcar el valor de la herramienta en personas de zonas rurales, con poca costumbre en escribir y sin que se requiera para la técnica instalaciones ni logística extra.

Solicitamos que en el taller también participaran algunas de aquellas personas que se quedaron en el camino, es decir, que iniciaron siendo parte del proyecto pero que luego desistieron. Su opinión era muy importante para entender el aparente alcance reducido del proyecto. Si bien participaron de manera activa en el ejercicio, nos queda como reflexión para el uso de la herramienta, si ameritaba que trabajen de manera separada, con su propio tablero y figuras.

Queremos resaltar finalmente lo difícil que es muchas veces desligarse de la mirada técnica, sobre todo para mí en particular, pues como zootecnista mantenía una mirada muy crítica al modelo planteado por la institución para emprender este negocio. De haber sido el caso de  una evaluación ‘convencional’ y no una sistematización con fuerte participación de los actores, nos habríamos centrado en comparar indicadores y metas cuantitativas, logrando invisibilizar la riqueza de lo vivido por estas familias. Dicho en su propias palabras  “empezamos lentos, lentos, como una tortuga […] todavía nos falta para llegar al fin pero ya estamos encaminados, pedaleando la bicicleta hasta llegar arriba”.