por Emma Rotondo (*)
En esta contribución a EvalParticipativa me propongo describir las características del empoderamiento de múltiples actores cuando se llevan a cabo evaluaciones participativas. Antes de ello, cabe clarificar qué entiendo por una evaluación participativa (EP).
La EP consiste en la participación de las partes interesadas de un programa, proyecto o política; y se parte de la valoración del saber y conocimientos locales con el propósito de generar aprendizajes acerca de los cambios, a fin de fortalecer su capacidad y empoderar a personas y grupos sociales para que tomen decisiones.
Tres elementos básicos son comunes a todos los procesos de evaluación participativa: (i) un enfoque transformador de la realidad, es decir una propuesta de cambio social y político; (ii) un trabajo conjunto o asociado entre diversos actores; y (iii) uso y aprendizaje social de los resultados de una evaluación. En ese marco, por empoderamiento de actores en un proceso de EP se entiende la ampliación de capacidades o facultades individuales y colectivas para actuar; la dotación de herramientas para reflexionar dialogar y co-construir y la generación de conocimiento para aprender socialmente, todo ello con una intencionalidad de usar la evaluación y transformar su entorno.
Es importante precisar que las raíces del concepto de empoderamiento de actores sociales provienen de los procesos de participación social que se gestaron en la región de América Latina en la década de los sesenta y que se conoce como “el paradigma emancipatorio”. Bajo este paradigma, las prácticas tenían una clara intencionalidad política y de transformación al fortalecer las capacidades para su propio desarrollo. La evaluación participativa, que comenzó poco después, fue aplicada y asociada a diversos momentos del ciclo de proyectos y tomó mucha importancia en relación a los diagnósticos rurales participativos y todas sus variantes. Si bien las raíces u orígenes de la EP no son exclusivas de la región de América Latina, a nivel global cuentan con varios antecedentes denominándolas evaluación democrática, evaluación horizontal, empoderamiento, colaborativas, orientadas al uso, el pluralismo, etc. Todas estas vertientes introducen nociones sobre la producción de conocimiento por parte de la audiencia, la negociación, la colaboración, el empoderamiento, el pluralismo en el proceso. Es decir, el control está en manos de los actores participantes durante todo el proceso.
Como se ha expresado, el empoderamiento tiene un sentido o para qué, se concibe como procesos en los cuales se aprende a reflexionar para actuar y transformar. Se valora no sólo la reflexión crítica, sino también la creatividad, el liderazgo y otras condiciones personales y grupales necesarias. Se valora la capacidad que tiene la población para conducir y articular propuestas de cambio, para mejorar su realidad local y para desarrollar y manejar su propia información en el marco de un proyecto, programa o política. Al desarrollar procesos de evaluación participativa, los grupos y comunidades se empoderan a nivel psicológico, social y político con la idea de ir tomando mayor control de sus propias vidas y reflexionando sobre cursos a seguir. Es decir, aprenden a juzgar con evidencias las opciones para actuar y a elegir para accionar colectivamente.
Todo ello supone, por cierto, cambios organizacionales de las iniciativas de desarrollo sean proyectos o programas, quienes -al ofrecer inicialmente soluciones- pasan a facilitar procesos para abrir opciones desde las comunidades y organizaciones de base. Esto significa reforzar las capacidades de decisión, gestión y administración locales, abriendo espacios de reflexión y comunicación entre personas, grupos e instituciones, mediante el uso de información destinada a mejorar sus prácticas y calidad de vida. La idea es que los actores externos actúen como facilitadores y orientadores de procesos de diseño, recopilación, análisis y uso de la información, de manera que a nivel local desarrollen sus propias potencialidades. La evaluación participativa, por ello, usa estrategias y herramientas formativas y constructivistas del conocimiento (antes que extractivas de la información) para la construcción grupal del saber.
Este enfoque, en la práctica evaluativa, significa un cambio esencial. Como sabemos, inicialmente la evaluación era vertical, centrada en el juicio de un evaluador(a) externo, mientras que la EP plantea el inter-aprendizaje y el diálogo de saberes para comprender, sintetizar y teorizar desde perspectivas múltiples, en contextos determinados. Es así que la calidad de las relaciones o vínculos y la comunicación pasan a ser parte esencial de un proceso de evaluación participativa. Los procesos de dialogo y las conversaciones que la o el evaluador -en tanto facilitador(a)- sea capaz de generar con la organización, la comunidad, o el equipo de proyecto son fundamentales. En estos espacios para el diálogo y la conversación colectiva, se desarrolla un intercambio de saberes, perspectivas, experiencias y creencias en el que las personas hablan y escuchan, con una actitud abierta y respetuosa. Precisamente, la interrelación de las distintas percepciones e intereses permite el aprendizaje. La negociación y la concertación, a su vez, generan capacidad local y todo ello propicia el empoderamiento.
Al promover la participación mediante el diálogo de saberes y el inter-aprendizaje, se busca generar en todos los actores las siguientes capacidades y habilidades que -en conjunto- pueden describirse como empoderadoras:
En síntesis, las capacidades antes mencionadas son la base para que individuos y grupos desarrollen estrategias propias para alcanzar los objetivos y dar sostenibilidad a los impactos.
Los y las evaluadores externos, así como también el equipo técnico de un proyecto o programa, deben desarrollar competencias facilitadoras para el diálogo y para las conversaciones colectivas, lo que empodera la profesión, propiciando el mayor uso social de las recomendaciones. Saber facilitar este proceso colectivo permite que cada problema que surja estimule un amplio intercambio con el grupo participante en el proceso mismo de evaluación. A través del diálogo, la facilitación incorpora un amplio espectro de puntos de vista sobre la intervención para el análisis de los datos, los resultados, los impactos y el aprendizaje fruto de la evaluación. Esto permite construir acuerdos básicos sobre los resultados de la intervención y el plan de acción a seguir en el futuro. Lograr que este fenómeno ocurra es el objetivo del proceso de facilitación de procesos de EP.
En conclusión, el empoderamiento de actores en una EP implica el desarrollo y adopción de habilidades y competencias para solución de problemas que van más allá de un proyecto o programa y que son para el uso y aprendizaje social transformadores de una realidad. Es así, mediante la negociación y la concertación, que los actores se comprometen con los resultados, toman decisiones importantes y se responsabilizan por las acciones y cursos a seguir.