Cuando la metodología nos ayuda a fomentar la mirada participativa

Aprendizajes desde una experiencia de Evaluación Participativa usando la Teoría del Cambio

por Viola Cassetti y Joan J. Paredes-Carbonell

En 2016, nuestros caminos profesionales se cruzaron en Valencia, cuando Viola estaba acabando el Máster Europeo en Salud Pública (EuroPubHealth) y a punto de empezar su Doctorado en la Universidad de Sheffield (en Reino Unido) y Joan estaba trabajando como subdirector general de Promoción de la salud en la Consejería de Sanidad Universal y Salud Pública de la Comunidad Valenciana.

Nuestro primer proyecto fue una adaptación colaborativa al contexto español de una de las guías NICE sobre participación comunitaria. Un camino de dos años de trabajo, co-coordinando un grupo de más de 80 profesionales que participaron activamente en este proyecto (Cassetti et al., 2018, click en la imagen para descargar).

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CAPITALIZACIÓN DE EXPERIENCIAS: APRENDER HACIENDO

por Jorge Chavez-Tafur

El término “capitalización de experiencias” es usado cada vez con más frecuencia para referirnos al proceso por el cual un proyecto o programa, o una experiencia en particular, es descrito y analizado en detalle, resultando en lecciones que pueden ser compartidas y que pueden ser utilizadas para mejorar las intervenciones de desarrollo.

De manera similar a un proceso de sistematización, este es visto como un enfoque que ayuda a identificar innovaciones y prácticas específicas, y que ayuda, sobre todo, a entender las razones detrás de su éxito o fracaso. Uno de los mayores beneficios de un proceso de capitalización de experiencias es que involucra a todos aquellos que son o que fueron parte de la experiencia.

Pero ¿cómo promover un proceso de éstos? ¿Qué pasos son lo que hay que seguir para completarlo? Y una vez que hemos decidido impulsarlo, ¿cómo facilitamos la participación de diferentes personas? Estas fueron algunas de las preguntas que nos planteamos en el Centro Técnico para la Cooperación Agrícola y Rural (CTA) hace unos cinco años, y que dieron inicio a un proyecto implementado en conjunto con  el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con el apoyo financiero del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA). Entre 2016 y fines del 2019, el proyecto respondió a la necesidad de desarrollar habilidades específicas para la descripción y el análisis de experiencias puntuales, para la identificación de lecciones y recomendaciones, su diseminación y uso. Trabajando en diferentes partes del mundo y centrado en el análisis de los pasos a seguir, el proyecto apuntó a la adopción de un proceso de capitalización de experiencias a diferentes niveles. Para ello intentamos hacer una capitalización de la experiencia que estábamos comenzando; obtener lecciones sobre el proceso mismo y validar el enfoque seguido.

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LA ‘CHIVA’, UNA HERRAMIENTA PARTICIPATIVA AL SERVICIO DE LA EVALUACIÓN. APRENDIZAJES DESDE COLOMBIA

por Carmen Lucía Jaramillo

Una de mis principales preocupaciones metodológicas en el trabajo de planificación y evaluación con comunidades, especialmente rurales, ha sido la creación de espacios de trabajo en que las personas puedan sentir que realmente participan de manera cualificada y activa, independientemente de su formación académica.

Más allá de los discursos sobre el empoderamiento, la horizontalidad en las relaciones y el reconocimiento del valor de los saberes y de la experiencia de los actores locales, siempre es desafiante combinar las exigencias de rigor metodológico (estructuras, formatos y lenguaje técnico) y la comunicación fluida con quienes son protagonistas en la transformación de las realidades desafiantes de sus propios territorios. Generalmente, los problemas socioeconómicos estructurales y la indiferencia de los poderes son el pan de cada día en esos entornos. Por eso siempre es un reto “[…] la creación de un espacio para el debate, es decir un espacio el cual se puede ejercer un respeto real. No la simple tolerancia derivada de la indiferencia y el escepticismo, sino la valoración positiva de las diferencias” (Zuleta, 1985).

De allí que, en esta búsqueda permanente por lograr profundidad de análisis y debate desde la sencillez del lenguaje, con frecuencia opto por el uso de métodos basados en analogías cercanas a los contextos y a la vida cotidiana de las personas con quienes realizo procesos de planificación o evaluación participativa. Una de las analogías que me ha permitido hacer múltiples adaptaciones, es la de un viaje en “chiva”, como se denomina en Colombia a esta forma de transporte rural en el que se combinan pasajeros y carga. La imagen de la chiva resulta además muy útil, porque cada chiva es una representación única de lo que sus dueños quieren contar sobre su región, por eso tienen dibujos coloridos que son un sello de identidad y orgullo.

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Conocimientos y representaciones sociales en la Evaluación Participativa

por Sergio Martinic

Las experiencias de Evaluación Participativa valoran y validan las interpretaciones que tienen los actores participantes sobre los proyectos, políticas e intervenciones analizadas (Fetterman, 2005).  Estas experiencias diseñan y construyen espacios para que, a través del dialogo con otros, se expresen las formas particulares y los conocimientos que tienen los actores sobre la realidad y de los problemas que enfrentan las intervenciones objeto de evaluación (Gil & Heras, 2010; Menéndez, Torralbo, & Luque, 2021; Paño, Rébola, & Suarez, 2019).

Aquí radica uno de los principales aportes de esta opción evaluativa. Conocer y comprender las acciones desde el punto de vista del otro permite una mirada más profunda y real de los resultados e impactos que puede tener el programa o acción que es objeto de estudio.

Integrar la perspectiva de los participantes tiene importantes desafíos conceptuales y metodológicos. En este artículo se propone analizar las opiniones de los participantes como parte de representaciones sociales más amplias propias de la cultura de pertenencia de los sujetos. Desde el punto de vista metodológico las estrategias de análisis cualitativo de datos y de análisis de discurso constituyen buenas herramientas para analizar las interpretaciones y los conocimientos que se expresan en un proceso participativo.

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La evaluación integradora y la evaluación participativa

por Osvaldo Néstor Feinstein

La “Evaluación Integradora” (EI) es un enfoque que mitiga el discurso polarizador integrando diversas perspectivas y/o hipótesis aparentemente contradictorias. Por otra parte, la evaluación participativa (EP) permite la incorporación de la perspectiva de la población sobre los procesos y resultados de políticas, programas y/o proyectos, limitando o evitando el sesgo tecnocrático.

La perspectiva determina la evaluación, tanto sus preguntas como sus respuestas. Como la población es heterogénea es muy probable que tendrán varias perspectivas, que además pueden diferir de la perspectiva de los técnicos.  ¿Cómo abordar este tipo de situaciones?

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Practicando el ‘rigor inclusivo’ en la evaluación participativa

por Marina Apgar

Si bien celebramos una mayor apertura hacia la evaluación participativa (EP), muchos evaluadores seguimos usando marcos tradicionales del “rigor”. Sus estándares de calidad se basan en la supuesta existencia de una jerarquía metodológica, con métodos objetivos y cuantitativos posicionados por encima de otros métodos menos ‘rigurosos’.

Estos marcos tradicionales del rigor se expresan en diseños de evaluación construidos en base a la elección de un método principal en el centro, sea cuantitativo o cualitativo y, si es necesario, agregando otros métodos menos importantes, creando una mezcla de métodos. Usando este enfoque, nuestro deber como evaluadores es ser fieles y estrictos con la aplicación de un protocolo basado en estándares conocidos de nuestra metodología central. En este marco , los métodos participativos son considerados débiles, sin rigor y propensos a crear sesgos.  La única manera de salvar la situación es agregar métodos “objetivos” para así aumentar el ‘rigor’ del diseño participativo y minimizar sus sesgos.

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Evaluar con las y los sujetos de derecho. Aprendizajes desde la actualización del Diagnóstico de derechos humanos en la Ciudad de México

por Marcia Itzel Checa

Cada vez es más frecuente escuchar de evaluaciones participativas, en las cuales se busca que la variedad de actores que tienen cita en una intervención específica tengan un rol preponderante, protagónico, y de esta manera los ejercicios de valoración planteen una mirada más completa, una que recupere las distintas perspectivas en cuestión.

En este camino, la experiencia del Diagnóstico de Derechos Humanos de la Ciudad de México y su Programa de Derechos Humanos es sui generis en su tipo, por la amplia convocatoria a múltiples actores políticos y sociales en su elaboración, ejecución, seguimiento y evaluación, por su diseño institucional que ha ido madurando en el tiempo hasta incorporarse en la nueva Constitución de la ciudad, y por ser un esfuerzo -con sus altas y bajas- que ha perdurado tres administraciones de gobierno.

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Algunas reflexiones sobre las aproximaciones y distanciamientos entre la investigación social y la evaluación participativa

por Luisa Graffigna

Hasta hace poco, la Evaluación Participativa era para mí un área que me resultaba atractiva y a la vez ajena a mi quehacer. Eso cambió a partir de la presentación que Marina Apgar hiciera en diciembre del 2021 en el seminario internacional Evaluación Participativa y rigor en el marco de una evaluación transformadora. Su charla me abrió la puerta para pensar cómo resuenan los criterios de rigor de la evaluación en un campo más conocido para mí como es el de la investigación social.

Como somos personas que llevamos en nuestra mochila el conjunto de nuestras experiencias vitales, a este interés y comprensión acerca de lo expuesto por Marina, se suma mi formación académica como socióloga, por un lado, y un período de trabajo colectivo, reflexiones y prácticas vinculado a procesos de Educación Popular que tuvo lugar hace varias décadas (junto a algunos de quienes hoy coordinan EvalParticipativa). Desde allí me resuena lo “participativo”. Es por ello que para estas líneas me posiciono desde el campo de la investigación social, antes que del de la evaluación participativa y, desde ahí, intentaré algunas reflexiones sobre los cruces y distanciamientos de estos dos procesos, cada uno con su lógica particular.

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Por sí solas, las herramientas no hacen la diferencia

por Dagny Skarwan

Las organizaciones, los proyectos y sus equipos responsables entienden la necesidad de realizar una evaluación a fin de conocer los resultados alcanzados por una intervención. A su vez, el monitoreo frecuentemente es vinculado con la rendición de cuentas, generalmente a través de la elaboración de un informe semestral o anual.

En el campo de las ONG, el monitoreo comúnmente es asociado con reportar actividades, vale decir, dar cuenta de todo lo que hemos realizado en un periodo dado en relación a un plan operativo.

Aun cuando los proyectos cuentan con sus marcos lógicos o su matriz de resultados e incluso han elaborado su teoría de cambio, se percibe cierto asombro en las organizaciones y equipos locales al momento de involucrarse en aplicar instrumentos de monitoreo participativo de efectos e impactos. En este tipo de monitoreo suelo acompañar a los equipos a reflexionar sobre cómo se miden los efectos, cómo se pueden reconocer y medir impactos y -desde allí- reconocer distintas contribuciones del proyecto. Pero también surgen preguntas tendientes a clarificar otros propósitos del monitoreo, más allá de la rendición de cuentas a cargo de un coordinador o coordinadora de proyecto, tales como por dónde comenzar con el monitoreo de un proyecto o cuándo es el momento correcto para ello.

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LA EVALUACIÓN PARTICIPATIVA: OPORTUNIDAD PARA AVANZAR EN DERECHOS, INCLUSIÓN Y EQUIDAD

por Julia Espinosa Fajardo

La evaluación participativa parte de poner a las personas y sus necesidades diversas en el centro de los procesos evaluativos y, por ende, de los programas y políticas públicas. Con la inclusión activa de las diferentes voces a lo largo de todo el ejercicio evaluativo, posibilita un espacio para evidenciar la vulneración de derechos, los procesos de exclusión social y las desigualdades estructurales presentes en cada contexto.

En este sentido, se conforma como una oportunidad para hacer visibles las diferentes situaciones de discriminación y vulnerabilidad, así como avanzar hacia acciones públicas que se hagan en mayor medida eco de estas realidades y tengan más poder transformador. De este modo, la participación en evaluación se presenta como un proceso clave para avanzar en la profundización democrática, en el disfrute de derechos y hacerlo sin dejar a nadie atrás.

¿Qué nos muestra EvalParticipativa de la experiencia latinoamericana a este respecto? ¿Cómo podemos impulsar prácticas evaluativas con impacto en derechos, inclusión y equidad? ¿Cuáles son los desafíos existentes en la región?

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