por Sergio Martinic
Las experiencias de Evaluación Participativa valoran y validan las interpretaciones que tienen los actores participantes sobre los proyectos, políticas e intervenciones analizadas (Fetterman, 2005). Estas experiencias diseñan y construyen espacios para que, a través del dialogo con otros, se expresen las formas particulares y los conocimientos que tienen los actores sobre la realidad y de los problemas que enfrentan las intervenciones objeto de evaluación (Gil & Heras, 2010; Menéndez, Torralbo, & Luque, 2021; Paño, Rébola, & Suarez, 2019).
Aquí radica uno de los principales aportes de esta opción evaluativa. Conocer y comprender las acciones desde el punto de vista del otro permite una mirada más profunda y real de los resultados e impactos que puede tener el programa o acción que es objeto de estudio.
Integrar la perspectiva de los participantes tiene importantes desafíos conceptuales y metodológicos. En este artículo se propone analizar las opiniones de los participantes como parte de representaciones sociales más amplias propias de la cultura de pertenencia de los sujetos. Desde el punto de vista metodológico las estrategias de análisis cualitativo de datos y de análisis de discurso constituyen buenas herramientas para analizar las interpretaciones y los conocimientos que se expresan en un proceso participativo.
Niveles de análisis de saberes e interpretaciones
Los saberes locales, las interpretaciones y conocimientos que expresan los participantes constituyen la puerta de entrada a una visión más amplia y cultural de la realidad que puede ser analizada con diferentes niveles de profundidad. Constituyen, en otras palabras, la punta del iceberg.
El primer nivel es de tipo descriptivo y consiste en presentar, comparar y dar cuenta del discurso de los actores frente a preguntas y temas planteados. Usualmente se recurre a la presentación y análisis textual de las opiniones a través de citas que se agrupan y clasifican en categorías y que se distribuyen en matrices o tablas que permiten su comparación.
El segundo nivel da cuenta de las asociaciones o sentidos que evocan los textos registrados. Estos sentidos, que aluden a la semántica de los textos, relacionan las opiniones con la tradición y cultura desde la cual se habla. Este nivel de análisis alude, entre otros, a las distinciones, clasificaciones y principios aprendidos en la vida cotidiana y que los sujetos seleccionan y utilizan para elaborar opiniones, interpretaciones y orientar sus acciones en los distintos contextos de desempeño. Por ejemplo, las opiniones críticas o resistencias a proyectos de educación sexual pueden relacionarse con las creencias religiosas de las familias de origen; o ciertas innovaciones tecnológicas en comunidades andinas pueden afectar creencias y rituales asociadas al respeto y cuidado de la madre tierra (Pachamama).
Ambos niveles están en estrecha relación. No hay discursos individuales sin distinciones y principios compartidos y que se toman en cuenta para producir una opinión particular. Estos principios ordenan el pensamiento, hacen visibles los límites y las posibilidades de acuerdo con el horizonte de la cultura de pertenencia.
En cualquier dominio de la vida social, ya sea en el trabajo, la salud, la vida política, la organización social, la interacción cotidiana, etc. los individuos despliegan formas de conocer y de interpretar la realidad basados en esta gramática y en el sistema de distinciones y de clasificaciones que provee la cultura de la cual forman parte.
De este modo el desafío de la evaluación participativa no es sólo describir el pensamiento o saber local de los actores involucrados, sino que comprender los principios culturales de fondo y que se asocian a los textos y registros expresados en forma particular. Se trata así de comprender cómo las opiniones individuales son, finalmente, producidas desde un punto de vista más amplio y que reconoce la historia, experiencia y cultura de la comunidad de la cual se forma parte.
Las Representaciones sociales
Serge Moscovici (1979), psicólogo social francés, propone el concepto de representaciones sociales para abordar este tipo de problemas relacionados con el pensamiento de sentido común en la vida cotidiana. Para Moscovici las representaciones constituyen un conocimiento práctico socialmente elaborado que se adquiere a través de experiencias comunes, la educación y las interacciones sociales. Este conocimiento da sentido y contribuye a interpretar hechos y actos que son compartidos.
Las representaciones sociales constituyen sistemas de referencia que vuelven lógico y coherente el mundo organizando las explicaciones sobre los hechos y las relaciones que existen entre ellos. No son un mero reflejo del exterior, sino que, más bien, una construcción que da sentido y significado al objeto o referente que es representado.
Tienen tres componentes o dimensiones centrales. En primer lugar, un contenido informacional que da cuenta de las distinciones cognitivas, de los conceptos y términos que contienen las representaciones para interpretar y dar sentido a la dimensión de la realidad en cuestión. En segundo lugar, un orden o estructura que organiza las relaciones que existen entre las unidades o partes de cualquier representación social. Por último, y en tercer lugar, las representaciones tienen una dimensión ética-normativa que califica cómo válido, deseable o legítimo las distinciones y relaciones que caracterizan la representación. Los sujetos participan de los sistemas de ideas y, por ello, valorizarán como positivo o bueno lo que define o infieren las representaciones en las cuales participan (Moscovici, S, 1979).
Las representaciones sociales, en definitiva, constituyen sistemas socio-cognitivos en los que es posible reconocer la presencia de estereotipos, opiniones, creencias, conocimientos, valores y normas que suelen tener una orientación actitudinal positiva o negativa. Estas representaciones actúan como un sistema clasificatorio y principio orientador de las practicas e interacciones de lo sujetos. Se trata de principios, códigos y esquemas de pensamiento que son compartidos y que tienen una fuerza normativa ya que definen los límites y las posibilidades de las interpretaciones y de las interacciones en la vida cotidiana de grupos y culturas particulares (Araya, 2002; González Rey, 2008).
En una evaluación participativa es importante analizar las opiniones que tienen los actores participante sen un marco más amplio y que, precisamente, da cuenta de las representaciones que estos tienen del problema o de la estrategia que se implementa a través de proyectos e intervenciones sociales.
Propuesta metodológica
Existen diferentes estrategias de análisis de datos cualitativos. Todas ellas insisten que este análisis no es la mera presentación “textual” y descriptiva de la información. Por el contrario, este tipo de análisis trata de ilustrar los principios de distinción y gramática cultural que organiza y dan sentido a las opiniones de los actores sobre los temas o problemas planteados.
Entre las estrategias metodológicas destacamos la teoría Fundamentada (Grounded Theory) (Strauss, A. & Corbin, J. 1992) y el Análisis Estructural Semántico de Rémy, J. (1991) y Hiernaux (1991). Ambas estrategias tienen pasos similares: (a) exploración de datos; (b) construcción de categorías de clasificación o códigos; (c) construcción de relaciones entre estas categorías y (d) elaboración de modelos interpretativos a través de categorías centrales o selectivas. La primera pondrá énfasis en la teoría o narración construida por los sujetos y la segunda en los principios organizadores de los textos analizados.
Para abordar las distinciones y sistemas de clasificaciones que se expresan en las opiniones de los participantes resulta útil el Análisis Estructural Semántico. Los antecedentes teóricos de este enfoque se encuentran en la semántica estructural y, particularmente, en los trabajos de A.J. Greimas (1966). Su uso se ha hecho extensivo para el análisis de representaciones y de los modelos simbólicos que inciden en la producción de dichos discursos en el campo de las ciencias sociales particularmente en la tradición francesa (Hiernaux, 1977, 2009). En América Latina el método ha sido aplicado en diversos estudios culturales. Ver por ejemplo, Martinic, (2006); Suarez, (2008).
Este método de análisis de discursos tiene estrecha relación con la problemática de las representaciones planteada por Moscovici. Se trata de un método que, precisamente, propone analizar las tres dimensiones mencionadas de toda representación: la dimensión cognitiva; la estructura o sistema de relaciones y, finalmente, la dimensión ético-normativa.
Una vez definido el objeto de evaluación y recogido el material requerido se procede a un primer análisis de tipo descriptivo orientado a dar cuenta de las unidades de sentido que componen los textos o corpus en análisis (composición). Las unidades mínimas de sentido son los códigos y que se construyen utilizando un principio de oposición. Es decir, una idea o concepto “A” se opone o distingue de un concepto “B”. De este modo el código es resultado de una relación entre conceptos o categorías y da cuenta de clasificaciones y distinciones presentes en forma explícita o implícita o en el discurso del sujeto (Martinic, 2006).
Una vez definidos los códigos y sus categorías, el método plantea la necesidad de identificar las relaciones que existen entre estas unidades o categorías (combinación). Este es un segundo paso en la interpretación orientado a describir las relaciones que tienen las categorías entre sí al interior del material. En este paso se comparan opiniones de diferentes sujetos y se integran en el mismo código aquellas que son cercanas o similares en su significado. Se transita así desde el análisis de las distinciones o clasificaciones individuales a las distinciones o clasificaciones compartidas en el grupo de actores considerados.
El resultado de este análisis se expresa en esquemas o estructuras que dan cuenta de las relaciones que tienen los códigos entre sí. Estas estructuras, por ejemplo, pueden presentarse como categorías que se ordenan y relacionan en forma paralela (por ejemplo, distinguir aspectos positivos o negativos del impacto de un proyecto en la calidad de los aprendizajes en escuelas rurales). O bien, lo que resulta más complejo, presentar las relaciones de un modo cruzado o en tablas de doble entrada y que permiten dar cuenta de los matices o variaciones que pueden existir en las distinciones expresadas por varias personas y que forman parte de un colectivo. Por ejemplo, los resultados positivos para unos pueden ser negativo para otros y ambas opiniones tienen igual validez.
Los códigos así construidos y las relaciones establecidas permiten definir sistemas de categorías y de clasificaciones compartidas y que se relacionan con los conocimientos, valores y contenidos propios de la cultura de la cual se forma parte. Al conocer estos sistema de distinciones se recupera la forma particular de clasificar y de ordenar la experiencia desde el punto de vista de los participantes. Se hacen evidente los límites que, en forma de conocimiento local o como principio de acción, orientan las interpretaciones y las acciones prácticas de los sujetos frente a los problemas de la realidad.
Conclusiones
En síntesis, la Evaluación Participativa ofrece la oportunidad para comprender saberes y conocimientos de los participante desde el punto de vista de sus culturas e identidades. Para esta comprensión se propone ir mas allá del registro textual de opiniones. Este es un primer nivel de análisis que da cuenta de la opinión particular de un sujeto en un contexto de dialogo participativo. Pero lo importante es comprender el sentido del texto y sus asociaciones con sentidos compartidos y que forman parte de las tradiciones de pensamiento y de acción de la cultura local. Desde el punto de vista metodológico las estrategias basadas en la Teoría Fundamentada y en el Análisis Estructural Semántico constituyen procedimientos rigurosos y validados para el estudio comparativo e interpretación de saberes, conocimientos y de representaciones sociales de los actores participantes.
Esta contribución fue presentada en la mesa que organizó EvalParticipativa para la Conferencia de Evaluación e Investigación Acción Participativa (PAREC) en abril de 2022.
Referencias
Araya, S. (2002). Las representaciones sociales. Ejes teóricos para su discusión (Cuaderno de Ciencias Sociales No. 127). Cuaderno de Ciencias Sociales (Vol. 127). San Jose.
Fetterman, D. (2005). Empowerment Evaluation Principles in Practice. In D. Fettermn (Ed.), Empowerment Evaluation Principles in Practice (pp. 42–72). Guilford Publications. https://doi.org/10.1177/1090198105284876
Gil, E., & Heras, L. (2010). Evaluación participativa y empoderamiento: análisis documental de investigaciones y prácticas. pp 1–13.
González Rey, F. (2008). Subjetividad social, sujeto y representaciones sociales. Redalyc-Org, 4(2), 225–243.
Greimas, A.J. (1996) Sémantique structurale. Paris : Larousse.
Hiernaux, J.P.(1977) L’Institution culturelle II. Méthode de description structurale. Paris: PUF.
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Martinic, S. (2006). El estudio de las representaciones y el Análisis Estructural de discurso. En: Canales, M. ed. (2006) Metodologías de investigación social. Santiago, Lom, pp. 299-320
Menéndez, S., Torralbo, M., & Luque, S. (2021). Guía práctica para la planificación y evaluación participativas de las políticas públicas. (S. Menéndez, M. Torralbo, & S. Luque, Eds.), La Participación transversal. Andalucía: Junta de Andalucía.
Moscovici, Serge (1979) El psicoanálisis, su imagen y su público. Buenos Aires: Huemul.
Paño, P., Rébola, R., & Suarez, M. (2019). Procesos y Metodologías Participativas: Reflexiones y experiencias para la transformación social. (P. Paño, R. Rébola, & M. Suarez, Eds.), CLACSO. Buenos Aires: CLACSO.
Strauss, A. & Corbin, J.(1992). Basics of qualitative research: grounded theory procedures and techniques. Sage, Newbury Park.
Suarez, H. (2008) El sentido y el método. Sociología de la cultura y análisis de contenido. México: El Colegio de Michoacán /Universidad Nacional Autónoma de México, 2008, 330 páginas.