por Celeste Ghiano (*)
Haciendo un repaso de los objetivos de la Comunidad EvalParticipativa, leo: “[…]buscamos que este espacio sirva para la construcción social y colectiva del conocimiento sobre evaluación participativa, sin la necesaria figura de un “experto” o “capacitador”. Leo también “[…]aprendizaje horizontal y colectivo”. Y automáticamente me invita a pensar en las propuestas de la Educación Popular (Freire), la Justicia entre saberes (De Souza Santos) y la interculturalidad.
Nuestra región lleva unos años ya desarrollando alternativas para pensar los procesos evaluativos deconstruyendo los modos de pensar y hacer. Esto nos ha traído interesantes debates que nos llevan a reflexionar no solamente en el cómo sino también en el quién (y desde qué saberes y sentires) evalúa.
La Red de Seguimiento, Evaluación y Sistematización de Latinoamérica y el Caribe (ReLAC) promueve el desarrollo de estos temas a partir de sus Grupos de Trabajo. Así, el grupo Evaluar desde América Latina y el Grupo de Estándares de Evaluación para América Latina y el Caribe, desarrollan e intercambian ideas y generan conocimiento teórico y práctico para pensar (nos) y reflexionar en este sentido, en consonancia con la misión y objetivos de la red.
El propio debate sobre la profesionalización de la evaluación –también impulsado en la comunidad de la ReLAC- nos invita a pensar que, como evaluadoras, tenemos un gran compromiso ético y político, toda vez que la elección de unos criterios e indicadores (y no otros) para evaluar, deja fuera otras miradas, otros hallazgos, otros resultados; lo que deriva en otras recomendaciones. Allí la paradoja de que, para reducir la subjetividad de una mirada/una persona, en lugar de acudir a la “objetividad” o la “neutralidad valorativa”, se vuelva necesario recurrir a la subjetividad de muchas personas para construir democrática y participativamente los criterios, indicadores, la interpretación, los resultados de las evaluaciones, así como las formas de uso de las recomendaciones que surgen de la evaluación.
La comunidad evaluadora de nuestra región inició a la luz de modelos como la Evaluación hecha en África, el Aloha Framework, los Estándares de Evaluación de ANZEA (Aortearoa New Zeland Evaluation Network), entre otros, y su propio camino para descolonizar la evaluación, con propuestas como la Evaluación Indígena de América Latina y el Caribe (ver video), la Cosecha de Alcances, la Evaluación con perspectiva de género, DDHH e interculturalidad, que parten de nuestras cosmovisiones y necesidades. En este sentido, vale recorrer el repositorio de bibliografía sobre evaluación en y para América Latina y el Caribe del sitio de ReLAC; así como otras propuestas de carácter global, pero que han sido adaptadas y aplicadas en nuestra región, como la guía de Evaluación transformadora de género con pertinencia cultural en América Latina o los Principios CREA para la Gobernanza de datos indígenas en LA&C.
Esto nos muestra que América Latina y el Caribe ofrecen una Epistemología del Sur, relacionada con otras formas de pensar algunos conceptos. Las Epistemologías del Sur, según De Souza Santos, proponen una interrupción epistemológica, con la intención de recuperar el valor de la integración de saberes a partir de la traducción intercultural, convirtiéndola en una dimensión esencial de la construcción de las ecologías de saberes.
Las Epistemologías del sur parten de tres ideas básicas: (1) la comprensión del mundo excede con mucho la comprensión occidental, (2) no hay justicia social global sin justicia cognitiva global y (3) las transformaciones emancipadoras en el mundo pueden seguir gramáticas y guiones distintos a los desarrollados por la teoría crítica occidental.
En este marco, un ejemplo claro y transversal en varias de las perspectivas antes expuestas es la definición de desarrollo. Tradicionalmente se nos ha enseñado a pensar que el modelo de desarrollo está vinculado al desarrollo socioeconómico, de crecimiento individual en estructuras jerárquicas. Mientras tanto, las constituciones de dos países de nuestra región (Bolivia y Ecuador) ya incorporan la perspectiva del Buen Vivir y Vivir Bien, términos que en lengua Aymara y Quechua nos hablan de un desarrollo humano que implica completo bienestar individual y colectivo; en relación a nuestro vínculo con la naturaleza, con otras personas y con una misma. Un desarrollo colectivo y comunitario a partir de estructuras circulares: yo soy porque tú eres.
Nuestra región es una de las más diversas, con más de cuarenta países y territorios de ultramar, unos 600 millones de habitantes y más de 430 idiomas vigentes. Está conformada por población indígena, inmigrante, mestiza, población en tránsito (diásporas); con amplias brechas sociales y derechos vulnerados y grandes desafíos, muchos de ellos agravados por la pandemia del COVID-19.
Este breve y apretado panorama nos invita pensar en la gran necesidad de crear espacios de participación activa para abrirse a las diferentes voces y comprender las representaciones contextuales de cada comunidad en la que se interviene con una evaluación. También obliga a repensar el compromiso de la evaluación en su función formativa, dejando “capacidad instalada” en las comunidades para lograr que las mismas se apropien de los procesos, legitimando en el mismo acto a los resultados de las evaluaciones, promoviendo su mayor incidencia y utilización para la toma de decisiones.
Siento que el trabajo de la comunidad EvalParticipativa se nutre de, a la vez que nutre a, nuestras epistemologías del sur con el sello latinoamericano y caribeño, y con un gran potencial para incidir a nivel global.
Sugiero las siguientes preguntas, para invitar a la comunidad a continuar reflexionando sobre esta relación Epistemologías del Sur y Evaluación Participativa:
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- ¿Qué aspectos del proceso de evaluación participativa surgen como propios de la región?
- ¿Qué podemos aprender de las cosmovisiones de las comunidades con las que trabajamos sobre metodologías participativas, que puedan incorporarse en los procesos de facilitación?
- ¿Qué nos enseñan los actores locales y comunidades sobre el uso participativo de los resultados de una evaluación?
Muchas gracias por la oportunidad de reflexionar con ustedes. Quedo siempre disponible a seguir construyendo de manera colectiva a una evaluación rigurosa, ética, culturalmente responsable, relevante y útil para transformar la vida de las personas y no dejar a nadie atrás.