¿Por qué la evaluación participativa? Reflexiones de una norteña global

por Ann Marie Castleman

Conocí por primera vez a la evaluación participativa en Nicaragua. Al igual que muchas personas educadas en los Estados Unidos, me formé en enfoques occidentales de evaluación e investigación originados principalmente en las ciencias sociales. Cuando me inicié trabajando en seguimiento y evaluación en una pequeña ONG en Managua, sentí que mi preparación no era relevante, pues en la práctica no lo era. No lo entendí completamente en ese momento, pero ahora me doy cuenta de que eso sucedió porque fui entrenada en una epistemología o forma de ver el mundo que estaba en gran medida fuera de contacto con la cultura local y el contexto de las comunidades remotas y rurales donde los miembros de mi equipo y yo apoyábamos a los promotores de salud para proporcionar atención médica básica en sus comunidades. Para ello utilizamos métodos participativos que incluyen Photovoice, la Técnica del Cambio Más Significativo y la Indagación Apreciativa.

Independientemente del método de recolección de datos utilizado, recuerdo que mi supervisora nos pidió que siguiéramos siempre este principio: los datos recopilados de la comunidad permanecen en la comunidad. Esto significaba que debíamos analizar los datos y compartirlos con la comunidad antes de irnos al final de la semana. Hicimos esto para que los miembros de la comunidad pudieran participar en una sesión de creación de sentido interpretando los hallazgos en su contexto local y, a partir de ello, hacer un plan de acción para abordar cualquier área que sintieran que necesitaban cambiar. Este enfoque de la evaluación fue bastante diferente de cómo me habían capacitado y rápidamente aprendí la importancia de la evaluación participativa a fin de ser culturalmente receptivo durante el proceso de evaluación, incluyendo diversas voces para interpretar los hallazgos que se basan en el contexto y la cultura local, así como la importancia de crear espacios para que los miembros de la comunidad eleven sus voces y exhiban autodeterminación sobre sus vidas y su futuro.

Al involucrar a las partes interesadas en el proceso de evaluación, ellos aprenden sobre la evaluación, desarrollan el pensamiento evaluativo, comienzan a valorar el uso de datos y evidencia para mejorar las políticas y los programas, y alzan su voz sobre temas relevantes para sus vidas. Estas son habilidades que son valiosas para cualquier persona, ya sea un evaluador o no.

Es parte del proceso de democratización de la evaluación el incluir voces que a menudo se dejan de lado, aumentar la conciencia y empoderar a las personas más afectadas por los programas o políticas que están destinados a servirles de la mejor manera posible. Esto es lo que Paulo Freire escribió tan brillantemente hace más de 50 años en su Pedagogía del Oprimido (1968), dando inicio al movimiento pedagógico crítico. Esto es lo que la teología de la liberación promovió a través de las comunidades cristianas de base en América Latina. Esto es lo que Orlando Fals-Borda y otros promovieron cuando fundaron la investigación-acción participativa a fin de hacer investigación “con” las personas en lugar de “sobre” las personas. La historia de la evaluación participativa, los valores que promueve, y el potencial transformador que tiene son lo que la hacen única como enfoque de evaluación.

La evaluación participativa se ha utilizado en todo el mundo, incluyendo América Latina y el Caribe, en una variedad de sectores y disciplinas. El uso de este enfoque puede servir a dos objetivos importantes. En primer lugar, puede servir como una forma de fortalecer la capacidad del personal del programa, los miembros de la comunidad u otras partes interesadas para utilizar la evaluación para la toma de decisiones sobre programas y políticas (Cousins & Whitmore, 1998). Puede fomentar el pensamiento evaluativo y apoyar la resolución de problemas. En segundo lugar, la evaluación participativa puede ser utilizada en un sentido transformador para abordar las inequidades sociales u otras injusticias en el contexto local donde opera un programa o política (Brisolara, 1998; Chouinard & Milley, 2018). En contextos de desarrollo internacional, esta es a menudo la motivación detrás del uso de la evaluación participativa, dado que sirve como una forma de incluir las muchas voces que se ven afectadas por un programa o política (Chouinard y Milley, 2018). Escuchar a las partes interesadas es una forma importante de rendir cuentas a los más afectados por los hallazgos de la evaluación, pero también como una forma de aprender a mejorar el programa o la política para ser más receptivos al contexto local.  Incluir las voces de los más afectados por un programa o política es también un aspecto importante para garantizar la validez de una evaluación en un contexto particular (Kirkhart, 2010). Como sabemos muy bien, en evaluación el contexto es relevante. Como evaluadores, no siempre es posible entender el contexto local sin involucrar a quienes lo viven diariamente de una manera significativa.

En un mundo cada vez más complejo donde la pobreza, los disturbios sociales, el cambio climático y la migración a gran escala nunca dejan de mostrar las interconexiones entre estos y muchos otros temas, creo que es más importante ahora que nunca incluir una variedad de voces en la evaluación. La diversidad de perspectivas y áreas de desacuerdo en estas perspectivas ofrecen oportunidades para comprender qué funciona para quién, en qué medida, y en qué contextos. Estas son cuestiones importantes que a menudo se pasan por alto en las evaluaciones que no son tan participativas, pues algunos puntos de vista son marginados. Aunque la implementación de evaluaciones participativas no está exenta de desafíos, el valor de ellas radica precisamente en el potencial de escuchar desde una variedad de perspectivas y encontrar soluciones a problemas muy complejos que no tienen una solución fácil o inmediatamente clara. En un mundo donde nuestra existencia está cada vez más amenazada, no tenemos más alternativa que ser inclusivos. La evaluación participativa es una vía hacia ese fin. Estas son lecciones que aprendí no a través de mi educación en el Norte Global, sino a través de mi experiencia trabajando en América Latina, educación que agradezco.


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