por Andrea Meneses
¿Podemos decir que una evaluación es participativa si no incorpora la mirada de género? ¿Podemos evaluar desde el enfoque de género sin participación activa de los grupos implicados en el proceso evaluativo? ¿Incorporar una mirada inclusiva en la práctica evaluativa es dotarla de sentido político?
Lejos de llegar a respuestas, quisiera hacer un breve recorrido por las reflexiones que diversas investigadoras y evaluadoras se han hecho al respecto y que nos invitan a reflexionar sobre el quehacer evaluativo y su potencial transformador.
Distintas voces feministas latinoamericanas han manifestado la tendencia tecnocrática y despolitizada que ha tenido el uso del enfoque de género, reto que limita su potencial transformador. En ese sentido, María Galindo (2015) ha denunciado que se ha dado una ruptura entre el uso de la categoría género y la matriz ideológica que la concibió: el feminismo. Ruptura que invisibiliza el análisis de las relaciones de poder dentro del sistema patriarcal. De esta manera, la categoría género se ha banalizado y simplificado, y por ende, se ha vuelto inocua, apolítica, antiséptica. Sobre esta problemática y el enfoque de género en la evaluación, se han pronunciado diversas evaluadoras de la región, destacándose los trabajos de Silvia Salinas, Fabiola Amariles, Alejandra Faúndez y Marisa Weinstein.
Para Alejandra Faúndez y Marisa Weinstein (2012) el enfoque de género es un enfoque para evaluar y no un contenido que evaluar, por lo tanto, es más que un ejercicio de construir indicadores y desagregar datos según sexo. Las autoras apuntan que el enfoque de género es un cuestionamiento de las relaciones de poder, donde se requiere un análisis de los resultados, pero también de los procesos que han sido implementados por la intervención.
Por su parte, Silvia Salinas y Fabiola Amariles (2013) nos recuerdan que las evaluaciones no se dan en el vacío, “… existen barreras políticas, sociales, culturales e institucionales que impiden un avance contundente en la incorporación de las perspectivas de género” (p.4). Ellas señalan la importancia de asumir una posición reflexiva y crítica con respecto al contexto político, donde se insertan las evaluaciones y los supuestos de falsa neutralidad de género, cuestiones que existen en la base de muchas intervenciones. Las autoras identifican una serie de lecciones aprendidas para potenciar la incidencia política y la contribución al cambio social de las evaluaciones. La participación de las partes interesadas en todas las fases de la evaluación, la inclusión y la apropiación del proceso, son condiciones fundamentales para el empoderamiento y la capacidad de incidencia de los grupos implicados. “La particip-a(c)ción… es central como una estrategia para asegurar que las voces de las personas más excluidas sean valoradas y escuchadas” (Salinas y Amariles, 2013, p.8).
Para Julia Espinoza (2022), precisamente la evaluación participativa, al poner en el centro a las personas, sus necesidades e involucrarlas a lo largo del proceso evaluativo, “posibilita un espacio para evidenciar la vulneración de derechos, los procesos de exclusión social y las desigualdades estructurales presentes en cada contexto” (ver nota).
María Bustelo (2017), siguiendo las discusiones de Brisolara et al. (2014), argumenta que una evaluación feminista “reconoce que la evaluación es una actividad política y que existen diferentes formas de conocimiento, siendo algunas más privilegiadas que otras, por lo que hay que poner atención en las personas más marginadas, y procurar que el conocimiento que produce la evaluación sea un recurso de y para la gente que lo genera, lo sostiene y lo comparte” (María Bustelo, 2017 p. 6).
Dos manuales utilizados en la región del grupo de evaluación de Naciones Unidas sobre el enfoque de género, sitúan a la participación como un principio orientador del enfoque de género, en conjunto con otros como la inclusión y las relaciones iguales de poder. Por ejemplo, el Manual UNEG (2011) afirma que una evaluación con enfoque de género debe ser participativa, y propone cinco niveles que deben ser analizados para determinar el nivel plausible: informar, consultar, involucrar, colaborar y empoderar. En este manual se destaca que una evaluación con enfoque de género debe plantearse ir más allá de facilitar una participación informativa o meramente consultiva. Por su parte, el manual de ONU Mujeres (2015) realiza un mayor aporte teórico sobre el análisis de la participación de las partes interesadas a lo largo del proceso y sus beneficios; además de establecer una serie de herramientas y recomendaciones para generar dicha participación. En él se argumenta que identificar e involucrar a distintos grupos, desde el comienzo de una evaluación, tiene varias ventajas, entre ellas: promueve la rendición de cuentas, crea capacidades, fomenta su utilización y puede empoderar a las personas, al llevar a cabo un proceso de reflexión y apropiación de la intervención evaluada.
En estos documentos la perspectiva de género se constituye, al menos a nivel teórico, en un eje central de la evaluación. Sin embargo, a nuestro parecer, faltaría una reflexión más profunda y crítica sobre su potencial de incidencia para el cambio al cuestionarse las desigualdades de poder, dar voz a los grupos vulnerabilizados y cómo orientar estos procesos en la práctica. En resumen, desde una mirada feminista (mirada que comparto) el enfoque de género habilita el análisis de las desigualdades de género y las comprende como parte de una estructura patriarcal y sistemática, reconoce que la evaluación es una actividad política, por lo que se debe escuchar a los grupos de personas que han sido vulnerabilizados históricamente, a través de una participación activa durante todo el proceso.
A partir de los aportes de Bustelo (2017) y Espinosa et al. (2015), considero que una evaluación desde el enfoque de género requiere, como principios mínimos:
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- cuestionar en todo momento la neutralidad de género de la intervención que está siendo evaluada;
- visibilizar, analizar y gestionar las relaciones de poder entre los distintos niveles vinculares: personal técnico, población destinataria, equipo evaluador, persona facilitadora y otros;
- generar análisis, conocimientos y aprendizajes sobre las desigualdades que subyacen en la teoría de la intervención evaluada y que por tanto puede perpetuar;
- brindar una propuesta para incidir políticamente durante y después del proceso a través del desarrollo de capacidades, de la sensibilización y el empoderamiento de los grupos implicados; y
- garantizar la inclusión y participación activa, especialmente de aquellos grupos vulnerabilizados a lo largo de nuestra historia.
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Por lo tanto, si se consideran estos principios, la inclusión del enfoque de género como marco teórico y metodológico de una evaluación requiere durante las diferentes fases del proceso evaluativo (diseño, ejecución y uso) de todos los grupos implicados una participación activa y empoderada, entendida como el proceso de poder que se da al aumentar las capacidades de la persona o colectivo para tomar decisiones y promover cambios sobre su trayecto de vida. Aquí es donde confluyen el enfoque de género y la evaluación participativa, proponiendo procesos en los cuales los grupos implicados en una intervención fortalecen sus capacidades para decidir sobre su propio desarrollo, por medio de una participación consciente y activa en el proceso evaluativo. La evaluación participativa desde un enfoque transformador “reconoce a las personas como seres habilitados para la palabra y el pensamiento crítico, la toma de decisiones y la autonomía, reconociéndoles portadores de sus propios intereses, expectativas y prioridades” (Tapella et al., 2021, p.61).
En definitiva, la evaluación con enfoque de género, así como la evaluación participativa, comparten el principio fundamental de interpretar la evaluación como una herramienta de transformación social, no únicamente un instrumento de aprendizaje o rendición de cuentas al servicio de unos pocos.
A su vez, consideramos que una participación con estas características en las evaluaciones con enfoque de género puede lograr una mayor igualdad sustantiva. No obstante, en el terreno de la praxis, son muchos los desafíos que pueden analizarse, los cuales obstaculizan la conjunción de ambas miradas en el campo evaluativo: las agendas políticas, los recursos existentes, la priorización de los enfoques convencionales de evaluación, la falta de sensibilización de parte de las personas tomadoras de decisiones, el contexto sociopolítico en el que se insertan las evaluaciones, así como las capacidades para llevarlas a cabo y las resistencias culturales a las cuestiones de género, entre muchas otras.
A partir de los aportes de las autores revisadas, algunas ideas o preguntas sobre las que podemos reflexionar en nuestra práctica evaluativa para potenciar el carácter transformador que posibilita el enfoque de género, así como la evaluación participativa, son las siguientes:
Una evaluación con enfoque de género, así como el enfoque participativo, son ejercicios que van más allá de lo técnico: son procesos de diálogo, de aprendizajes, de construcción y deconstrucción de conocimientos y saberes. Sigamos preguntándonos ¿cómo estamos promoviendo una mirada inclusiva (participativa y de género) en nuestra práctica evaluativa para generar una incidencia real en la vida de las personas? Promovamos evaluaciones participativas con enfoque de género y también evaluaciones con enfoque de género altamente participativas.
Referencias
Anzorena, C. (2014). Aportes conceptuales y prácticos de los feminismos para el estudio del estado y las políticas públicas. Plaza Pública. Tandil, Año 7 – Nº 11, Julio de 2014 – ISSN 1852-2459.
Amariles, F. y S. Salinas (2013). Evaluación y cambio social con enfoque de género: Una mirada política a los aspectos técnicos de la evaluación. Ponencia presentada en el Simposio sobre investigación evaluativa de políticas públicas, programas y proyectos sociales en el marco del III Congreso Internacional de Ciencia, Tecnología y Cultura, Universidad Santiago de Chile, enero 7-10, 2013.
Bustelo, M. (2017). Evaluación con perspectiva de género: una evaluación de mayor calidad, alcance y rigor. Primavera 2017. Nº 124. Revista Tiempo de Paz.
Espinoza, J. (2022). La evaluación participativa oportunidad para avanzar en derechos, inclusión y equidad.
Espinosa-Fajardo, J; A. Faúndez, S. Salinas; F. Amariles; M. Bustelo; M. Winstein (2015). Decálogo de la evaluación con perspectiva de género. Semana global de la evaluación. Katmandú.
Faúndez, A y M. Weinstein. (2012). Ampliando la mirada: la integración de los enfoques de género, interculturalidad y derechos humanos en la programación para el desarrollo. Santiago de Chile.
Galindo, María. (2015). Descolonización y despatriarcalización de y desde los feminismos de Abya Ayala. Colección Feminista Siempre. ACSUR.
Grupo de Evaluación de las Naciones Unidas (UNEG).(2011). Integración de los derechos humanos y la igualdad de género en la evaluación. Hacia una guía del UNEG. Grupo de Trabajo del UNEG sobre Derechos Humanos e Igualdad de Género.
Tapella, E.; P. Rodríguez-Bilella; J. Sanz; J. Chavez-Tafur; J. Espinoza-Fajardo. (2021). Siembra y Cosecha. Manual de evaluación participativa. Bonn, Alemania: DEval.
ONU Mujeres. (2015). ¿Cómo gestionar evaluaciones con enfoque de género?. Manual de evaluación. Oficina independiente de evaluación.
UNEG. (2011) Integración de los derechos humanos y la igualdad de género en la evaluación. Hacia una guía del UNEG.
Excelente compendio, Andrea. Me alegra que el tema vaya avanzando con reflexiones y aportes como los de tu artículo. ¡Enhorabuena!