Un encuentro de primas… La Evaluación Participativa y otros enfoques

En nuestra región de América Latina y el Caribe, la evaluación participativa es heredera de una rica tradición entre la cual es posible encontrar a la sistematización de experiencias, la educación popular y la investigación-acción-participativa. Todas ellas portadoras de diversos puntos de contacto entre sí, a la vez que caracterizadas por sus matices y diferencias. Sin embargo, un tronco común y relevante en ellas lo constituye su adhesión a una perspectiva liberadora y transformadora de la realidad, la que constituye el sustrato fuerte y hondo que sostiene y legitima estas iniciativas en su formato más profundo.

Por tanto, para despegar a la evaluación participativa de visiones meramente “tecnicistas”, es legítimo sostener que es perfectamente posible realizar una evaluación participativa sin “técnicas participativas”. Inclusive, su ausencia puede resultar positiva si con el uso de ellas estamos buscando alternativas “divertidas” para imponer contenidos y orientar el esfuerzo evaluativo simulando sumar la perspectiva de los actores locales.

Obviamente excluyo  para este análisis aquellos acercamientos “participativos”  que naturalizan la pobreza, la opresión, y refuerzan meramente el actuar dentro del marco de “lo posible”.  En estos casos es deleznable el sentido manipulador de la utilización de las técnicas para sobrellevar de un modo ameno procesos impuestos desde necesidades externas. La distribución de poder que debería favorecer la participación, es prostituida.

Por tanto, es importante visualizar a la evaluación participativa más allá de un conjunto de técnicas, talleres o juegos para consumo de los grupos más vulnerables y excluidos. Tampoco es válido entenderla como una evaluación “de segunda” para casos en que no es posible hacer una evaluación “de primera”.

Si bien las técnicas, los talleres o los juegos no son por sí mismos la esencia y el corazón de la evaluación participativa, sí son partes claves y muy relevantes de los procesos participativos, pues a través de ellas nos aventuramos al “hacer juntos”. Y en el contexto de participación esto implica desde poner el cuerpo en la dinámica de aprendizaje (no sólo nuestro pensamiento), generar intercambios que permiten profundizar el conocimiento propio y mutuo, devuelven el protagonismo y hacen operativos los debates, facilitan la confianza y el aprendizaje lúdico, todo lo cual refleja y repercute en la orientación transformadora anhelada.

Muchas veces las técnicas facilitan tomar cierta distancia del objeto de análisis, dando lugar a que emerjan miradas diferentes y superen así el sentido común, problematizándolo críticamente.

Decía alguna vez el maestro Freire: “la mejor manera de uno acercarse, es distanciarse del punto de vista de la teoría del conocer”. Y si esa superación del sentido común es facilitado vía técnicas que aporten espacios de humor, ironía, dramatismo, sorpresa, análisis colectivo, estarán contribuyendo a la producción de saberes en el contexto evaluativo.

Todo lo aquí reflexionado es válido para la educación popular, la investigación-acción-participativa y la evaluación participativa. Por tanto, el seguir pensando desde lo más general a lo más concreto, de lo más macro a lo más operativo, nos permitirá también acercarnos y contar con estas disciplinas “primas cercanas”, con quienes dialogar y crecer.

Pablo Rodríguez Bilella | Investigador de CONICET–UNSJ, co-director del Programa de Estudios del Trabajo, el Ambiente y la Sociedad (PETAS) 

 

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