por Jorge Chavez-Tafur
El término “capitalización de experiencias” es usado cada vez con más frecuencia para referirnos al proceso por el cual un proyecto o programa, o una experiencia en particular, es descrito y analizado en detalle, resultando en lecciones que pueden ser compartidas y que pueden ser utilizadas para mejorar las intervenciones de desarrollo.
De manera similar a un proceso de sistematización, este es visto como un enfoque que ayuda a identificar innovaciones y prácticas específicas, y que ayuda, sobre todo, a entender las razones detrás de su éxito o fracaso. Uno de los mayores beneficios de un proceso de capitalización de experiencias es que involucra a todos aquellos que son o que fueron parte de la experiencia.
Pero ¿cómo promover un proceso de éstos? ¿Qué pasos son lo que hay que seguir para completarlo? Y una vez que hemos decidido impulsarlo, ¿cómo facilitamos la participación de diferentes personas? Estas fueron algunas de las preguntas que nos planteamos en el Centro Técnico para la Cooperación Agrícola y Rural (CTA) hace unos cinco años, y que dieron inicio a un proyecto implementado en conjunto con el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con el apoyo financiero del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA). Entre 2016 y fines del 2019, el proyecto respondió a la necesidad de desarrollar habilidades específicas para la descripción y el análisis de experiencias puntuales, para la identificación de lecciones y recomendaciones, su diseminación y uso. Trabajando en diferentes partes del mundo y centrado en el análisis de los pasos a seguir, el proyecto apuntó a la adopción de un proceso de capitalización de experiencias a diferentes niveles. Para ello intentamos hacer una capitalización de la experiencia que estábamos comenzando; obtener lecciones sobre el proceso mismo y validar el enfoque seguido.